Mito de Orfeo y Euridice




EL MITO DE ORFEO Y EURIDICE
(Fragmento Adaptado)




Cuentan que Orfeo era un gran artista de Grecia que tocaba la lira de una manera que encantaba a todos los que se reunían para escucharlo, fascinados. De esta misma forma logró encantar y enamorar a la ninfa Eurídice, que era muy hermosa entre las ninfas.

Ambos vivieron un romance perfecto y decidieron casarse, pero el día de la boda, un pastor llamado Aristeo secuestró a la ninfa. Este pastor odiaba a Orfeo, y para molestarlo se llevó a Eurídice al bosque. La ninfa logró escapar de él, pero mientras corría una serpiente le mordió el pie, causándole la muerte.

El alma de Eurídice descendió al inframundo, el mundo de los muertos. Y Orfeo, desesperado por recuperar a su amor decidió bajar a los mundos infernales a buscarla.

Al descender, todos los demonios que allí moraban no lo dejaban pasar, pues los mortales no pueden ir al mundo de los muertos, pero Orfeo los fue encantando a todos, tocando su lira. Así, todos los demonios, hasta los más poderosos incluyendo al temible perro gigante de tres cabezas Cerbero, cayeron bajo el encanto que tenía en su forma de tocar la lira y lo dejaron pasar.

Cuando encontró a Eurídice, el gran rey de los infiernos, el dios Hades se le presentó a Orfeo, el humano que había logrado llegar al mundo de los muertos, y le dijo que le devolvería a su amada, que solo tenían que tomar el camino de regreso al mundo de los vivos, juntos, pero con una condición. Orfeo debería caminar delante de Eurídice y POR NADA DEL MUNDO DEBÍA MIRARLA A LOS OJOS.  Él aceptó.

Atravesaron juntos el inframundo, uno delante de otro, sin mirarse. Orfeo tocaba la lira y Eurídice lo seguía, escuchando la melodía. Ya estaban llegando a la puerta principal que los liberaría y volverían así al mundo de los vivos y Eurídice volvería a la vida. Pero Orfeo no se resistió, quería mirar a su amada sin importar nada y se dio vuelta.

Apenas se  cruzaron sus ojos, el alma de la ninfa fue absorbida por el inframundo, de nuevo, y se convirtió en una sombra (algunos relatos dicen que en un árbol) que habitaría por siempre el mundo de los muertos. Orfeo, arrepentido y lleno de dolor por no haberse resistido, tuvo que volver a la tierra de los mortales, solo, sin su amada.




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